Dicen que el gran Eddy Merckx dejó de dar paseos en bicicleta, ya cincuentón, cuando se dio cuenta de que su hijo Axel le ganaba en el mano a mano siendo todavía un adolescente. Hasta entonces, salía a montar en bicicleta con él, le desafiaba en las cuestas y en las rectas, a subir más rápido, a esprintar con más chispa. Todavía tenía piernas para ganarle todos esos retos, para llevarse las apuestas con el chaval. Pero Axel creció, y después de dejar atrás a su padre un par de veces, comprobó que Eddy tenía buen ganar pero mal perder. Al darse cuenta de que los años pasaban para los dos, fortaleciendo al hijo, debilitando al padre, dijo que nunca más. Ya no volvió a correr con él, canceló su compromiso filial.
Es tan competitivo, aún a su edad, el gran Eddy que, aunque no lo diga, el hecho de que Mark Cavendish haya igualado su récord de victorias parciales en el Tour le ha tenido que saber a cuerno quemado, casi como una patada en la boca. Hace unos días hacía unas declaraciones a un periódico belga en las que, en principio, se mostraba elegante con la posibilidad de que el británico le arrebatara la marca: «Ese récord de etapas no es algo que me quite el sueño, los récords están para batirlos», decía, pero luego le salía ese espíritu depredador, marca de la casa: «Supongamos que pase. Mark Cavendish nunca ganará cinco tours y tampoco pasará 96 días de amarillo». Evidentemente, no.
El historial de Cavendish no se puede comparar ni por asomo con el de Eddy Merckx. Son dos ciclistas muy diferentes y que están a años luz uno del otro. Merckx ha sido, probablemente, el mejor corredor de la historia, y sus números lo dicen. Comparar a Merckx con Cavendish es un sacrilegio. Henri Desgrange, en su Acta de Adoración al Galibier, escribía: «¿Acaso no tienen alas nuestros hombres, que hoy se elevaron hasta una altura donde ni siquiera llegan las águilas? ¡Oh Sappey!, ¡Oh Laffrey!, ¡Oh puerto Bayard!, ¡Oh, Tourmalet! Nunca fallaré en mi deber de proclamar que junto al Galibier sois como el pálido y vulgar animalillo; ante este gigante sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia». En el original, «vous êtes de la pâle et vulgaire bibine ; devant ce géant». Y sí, Cav es, en comparación con el gran Eddy, la pâle et vulgaire bibine, un pálido y vulgar animalillo, como el Sappey, el Laffrey o el Bayard en comparación con el Galibier.
Hace cuatro años que Eddy Merckx vivía sin la inquietud de que uno de sus récords en el Tour pudiera caer. De hecho, ya nadie pensaba que Mark Cavendish, que en sus años dorados se había quedado tan cerca, pudiera batirlo. Todos le dimos por muerto y enterrado, y esparcimos sus cenizas en la recta de los Campos Elíseos de París, pero todos nos equivocamos, salvo él tal vez, o quizás también él. No hay nadie que visto lo visto, pueda decir: «Ya lo había dicho yo». Nadie. Ni siquiera el director del Deceuninck, que fichó a Cavendish casi por caridad, sin sueldo y advirtiéndole de que no correría el Tour, al que llegó de rebote por la lesión de Sam Bennett.
Es complicado que a Merckx le batan los récords que todavía le quedan., sobre todo en de tantos días vestido de amarillo, pero quién sabe con las nuevas generaciones. Parecía que Egan Bernal estaba destinado a hacerlo, pero ganó el Tour muy joven y lleva dos años de barbecho. Quizás Pogacar, que va enfilado, pero se va a encontrar con mucha competencia coetánea en las próximas ediciones. De momento puede seguir durmiendo tranquilo. Tampoco habrá otro ciclista, todavía al menos, que le iguale los cinco tours que ganó, como Anquetil hizo antes que él, y después lograron Hinault e Indurain, porque el que iba enfilado, Chris Froome, ahora está para otras cosas. Buscas su nombre en la General y parece que la lista está al revés. Es el séptimo por la cola, en el puesto 145º, a dos horas y media del líder. Una lástima.
Por cierto: La etapa de hoy llegó a Carcasona, una ciudad preciosa. Si no han estado y quieren visitarla, adelante, pero si van a ciegas, ni se les ocurra pernoctar en el hotel Bristol. Dos veces me tocó allí con el Tour, y a la segunda, mi agente de viajes se ganó una bronca. Es infecto. Qué se puede decir de un hotel en el que la recepcionista te recibe con un gato subido al mostrador.
