JON RIVAS | Enviado especial
APRICA (ITALIA).- «Esto es el KO del ciclismo». Eusebio Unzue, director del Banesto, con la cabeza baja, resumía el sentimiento general del pelotón después de que la Comisión Médica de la Unión Ciclista Internacional declarara no apto para correr a Marco Pantani, hasta ayer líder indiscutible del Giro.
Sólo unas horas antes, a las 7.30 horas, en la habitación 23 del hotel Touring de Madonna di Campiglio comenzaba a escribirse una de las páginas más negras en la historia del ciclismo de los últimos tiempos, tal vez más aun que la del caso Festina, que tanto ha dado que hablar en el último año.
A esa hora, un médico, una enfermera y un comisario de la Unión Ciclista Internacional extraían una muestra de sangre del brazo de Marco Pantani, el líder del Giro, vestido de rosa tras ganar cuatro etapas con final en alto, dispuesto a comerse el mundo un día más en la terrible etapa del Mortirolo, adalid en la lucha por la dignidad de los ciclistas profesionales.
Estaba presente Giuseppe Martinelli, el director deportivo del Mercatone Uno. Aquélla era su habitación. Unos minutos antes, los representantes de la Unión Ciclista Internacional habían tocado a su puerta para pedirle que despertara a Pantani y a Velo, los dos corredores de su equipo clasificados entre los 15 primeros de la General.
Martinelli y Pantani estaban tranquilos. Apenas semana y media antes, el Pirata había pasado otro control sorpresa, precisamente en su pueblo, Cesenatico, sin ningún problema.
Pero 30 minutos más tarde, el mazazo. Marco Pantani, el líder del Giro, el capo del pelotón, número uno en las preferencias deportivas de millones de italianos, había superado en dos puntos (52%) el límite máximo permitido por la UCI para salir a disputar una carrera. Increíble. La euforia que reinaba en el cuartel general del Mercatone Uno a dos días del final se transformó, de repente, en desesperación. Más de uno lloró. Sus compañeros hablaban de complot, y decidieron, tras una breve reunión, retirarse del Giro.
¿Retirada?.- Marco, tranquilo por fuera, se encerró en su habitación. Le dijo a su hombre de confianza, Andrea Agostini, amigo y representante ante la prensa, que se iba a retirar del ciclismo. Empezó a hacer las maletas, todavía incrédulo ante lo que le estaba sucediendo.
Pero más incrédulo debió de quedarse cuando un nuevo control no oficial realizado por la tarde en Imola, con el Giro perdido, marcó una nueva sorpresa. En ese momento, el nivel de hematocrito era del 47,6%, totalmente permitido. Acto seguido, Pantani y los rectores de su equipo decidieron presentar una querella contra la UCI. Poco después, la fiscalía de Trento ordenó a la policía la incautación de todas las muestras sanguíneas y productos químicos que sirvieron para los controles.
Tras el primer control, uno de los responsables de la organización del Giro comenzaba a repartir fotocopias del comunicado de la UCI, informando de que el corredor número 1, Pantani, quedaba excluido de la carrera por razones de salud.
Comenzaron a formarse corrillos que, primero en voz baja y después casi a gritos, comentaban la noticia. El hotel del Mercatone, situado en la zona más alta de la estación invernal de Madonna di Campiglio fue el primer lugar al que acercarse. Algunos se acordaron de las más de 100.000 personas que iban a acudir a presenciar la carrera en el Mortirolo, el punto más caliente de la 82 edición del Giro de Italia.
Mientras se formaba la peregrinación hacia el hotel Touring, los ciclistas -muchos de ellos ajenos al asunto- bajaban de los hoteles hacia la salida.
Uno de ellos Paolo Savoldelli, cara de niño, 26 años, del Saeco, era el nuevo líder. Se sorprendió al conocer la buena nueva para él, pero de ningún modo quiso vestirse con la maglia. «No es normal que pase una cosa como ésta. Conozco bien a Marco y para mí está limpio. No sé qué pensar. El valor del hematocrito es variable».
Dos botellas de champaña dedicadas a Pantani descansaban abandonadas sobre una mesa. Le despedían, también, cuatro banderas negras piratas. Un saludo triste para el campeón abatido.
