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TOUR 2015

Zafarrancho de combate

SEGUNDA ETAPA / UTRECH-NEELTJE JANS / 160 KMS.

El pelotón, durante la etapa.

 

JON RIVAS / Enviado especial Neeltje-Jans (Países Bajos)

Nadie esperaba algo así en los ‘polders’, esos extensos terrenos ganados al mar por los Países Bajos en la región de Zelanda, y que van cambiando de relieve por el embate de las olas del Mar del Norte.

Los ‘polders’ son una zona tranquila pese a las tormentas. Están protegidos por los diques del Plan Delta, que se trazó después de las trágicas inundaciones del 31 de enero de 1953, en las que murieron 1.800 personas. Decenas de esclusas, un colosal trabajo de ingeniería, incluso un parque temático y un lugar de animación turística. Como toda la región, un paraíso para las bicicletas y los ciclistas.

Pero en los ‘polders’ sucedió lo imprevisible. Todo se desencadenó a la salida de Rotterdam, después de pasar sin problemas el puente de Erasmo, donde hace unos días se anunciaba el primer conflicto, desactivado por el acuerdo entre la Policía y el Ayuntamiento. Allí no hubo lío. Unos kilómetros más adelante, sí.

La lluvia aparece en la zona de las rotondas; alguno se despista y se cae. El pelotón se corta. Un corte del grupo es como el que cualquiera puede sufrir mientras está pelando una patata. Siente el cuchillo penetrar; de momento no hay dolor ni sangre, pasan un par de segundos hasta que empieza el dolor y brota la sangre.

Sucede lo mismo en plena carrera. Se abre un hueco, pequeño, cuando el ciclista de delante se cae. No hay muchos metros, pero en apenas unos segundos, la distancia se puede hacer eterna por el viento. Es el instante en el que los más listos toman posiciones. Contador mira a su alrededor, observa el vacío y le pide a Basso que acelere y ponga en fila al pelotón. Hace el viento suficiente como para provocar un zafarrancho. Sin protección es difícil no descolgarse. Se une a la fiesta el Sky de Froome y aunque Nairo intenta lo imposible, acaba por ceder al viento y no consigue unirse a la cola del abanico bueno, el que llegará en cabeza a la isla de Neeltje Jans, donde está la línea de meta.

Primeras sombras para Nibali y Nairo Quintana

Entre puentes, vientos de costado, el Mar del Norte a un lado y las aguas domesticadas al otro, transcurren los kilómetros finales de la carrera. Nibali casi se cae y se queda atrás, Alejandro Valverde tira de Nairo y enlaza con el italiano, pero aún están a medio camino. El tiburón se desespera con la situación; trata de hacer el trabajo solo, cuando no tiene compañeros de equipo, y pide colaboración que no encuentra, ni siquiera del líder, Rohan Dennis, que tiene a todo su equipo por delante, tirando junto a Contador.

En unos minutos, la carrera que se antojaba insulsa a la espera de los abanicos finales, se calienta como un brasero. Nibali pincha y es arrastrado luego al pelotón por los coches de los equipos; Purito Rodríguez se cae, y Valverde trata de salvar los muebles de Nairo -que ni se inmuta-, como prometió el primer día.

Pero la distancia no se acorta. Son 25 contra el pelotón, y ganan los 25. La desesperación juega contra Nibali y Quintana. Ya no llueve en los polders cuando los ciclistas de cabeza llegan a la meta y Greipel levanta los brazos como ganador de la etapa, aunque en realidad sean Froome y Contador los que han ganado, porque los otros dos favoritos llegan a casi un minuto y medio.

El sol luce igual para todos en la meta, abarrotada, pero Vicenzo Nibali y Nairo Quintana empiezan a ver sombras ya desde el segundo día, cuando todavía está todo el Tour por disputar.

BLOG / Dieta de mejillones

Desde Neeljte Jans (Zelanda). Estamos a dieta de mejillones. Anoche, después de cuatro días en Utrecht, no quedaba otro remedio que probarlos. Y con menos agobios. Los restaurantes ya no estaban tan llenos como los días anteriores, pese a ser sábado, porque daba la sensación de que después de disputada la primera etapa, el entusiasmo se había desinflado un tanto. Es complicado mantener el entusiasmo cuatro días seguidos, ni aunque trabajes como mascota de un equipo de baloncesto. Tomamos los mejillones, con sus patatas fritas correspondientes: "Moules y frites", una combinación centroeuropea que posiblemente aborrecen los restaurantes con estrella Michelin y que en cualquier taberna de un puerto cantábrico seria anatema, pero que para el reportero hambriento no está mal, sobre todo después de varias horas sin probar bocado. No sabíamos que a mediodía de hoy, el menú iba a ser idéntico. La organización local de Zelanda, montó una carpa para atender a los visitantes. Era la única opción posible, puesto que el bar, el chiringuito o el restaurante más cercano está a varios kilómetros de distancia de la sala de prensa. Nada más atravesar el umbral de la carpa, humeaban los mejillones y chisporroteaban las patatas. De nuevo moules y frites, aunque esta vez, para evitar las grasas, me quedé sólo con los mejillones y un horrible zumo de manzana que están empeñados en que tomemos en cada lugar que visitamos. Estaban buenos, eso sí. Tal vez más frescos que los de Utrecht, y menos cocidos. El de la comida fue el único momento de relajación, porque la etapa ya estaba en marcha, y como pudieron observar los lectores, pasó casi todo. Casi no dio tiempo a observar los magníficos paisajes de las tierras bajas de Zelanda. Los espacios naturales y los que han sido creados por el hombre para dominar al mar. Resultan impresionantes los diques que contienen las tormentas o las inundaciones; que domeñan al Mosa y al Rin en sus desembocaduras. Debe resultar un espectáculo difícil de describir, presenciar desde la isla de Neeltje Jans, una tarde de galerna. Un servidor las ha visto a decenas en el Cantábrico, pero seguro que nunca olvidaría algo así en Zelanda.
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