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EL TOUR 2016

La sorpresita de Froome

OCTAVA ETAPA / PAU – BAGNÈRES DE LUCHON / 184 KMS.

Chris Froome celebra su victoria en la meta de Barnères de Luchon. / © ALEX BROADWAY / ASO.

JON RIVAS / Enviado especial / Bagnères de Luchon

La cámara GoPro instalada en una moto permitió grabar el viernes cómo el arco del último kilómetro se tragaba a Adam Yates y a la misma moto que llegaba por detrás. La visión desde una GoPro se está haciendo importante. Abre la mente, por ejemplo, a tratar de contar una etapa por escrito como si cada ciclista tuviera una minicámara de alta definición en su bicicleta.

De atrás hacia adelante; la cámara de Alberto Contador habría grabado su impotencia y cómo los acelerones del grupo principal le distanciaban de la cabeza. En el último kilómetro del Peyresourde, el meneo de Henao, el de Valverde, el de Nairo, hicieron que perdiera el hilo de la etapa, después de aguantar el ritmo del Sky en las ascensiones, o los acelerones intermitentes del Movistar. Cuando llegó arriba, la cámara grabó la soledad.

La de Valverde tenía visión privilegiada de la situación, porque estaba situada allá donde se cocía la etapa. Tal vez hubiera recogido la orden de Nairo Quintana a kilómetro y medio de la cima del Peyresourde: «¡Ataca!», y la obediencia del murciano a su jefe de filas, que tal vez no entendió demasiado bien pero acató. Su grabación tendría cierto componente crítico.

La cámara de Nairo podría haber captado una escena habitual cuando se llega a lo alto de un puerto. A un auxiliar del Movistar situado a la izquierda de la carretera, y el brazo de Quintana recogiendo relajado un bidón mientras, por la derecha, Froome se colocaba en cabeza. De repente, el británico desaparecía del plano a toda velocidad y la imagen se desestabilizaba mientras Nairo lanzaba el bidón contra el asfalto para intentar seguir su estela. Pero ya no había rebufo. Una sorpresita.

En fin, la cámara de Froome recogería las imágenes más aburridas. Durante horas, el trasero de varios ciclistas vestidos de negro pedaleando por delante, en el Tourmalet, en la Horquette de Anzizan, en Val Louron y en el Peyresourde; siempre la misma monotonía. Hasta esa última cima. En un instante, la cámara se encontraría el horizonte despejado, y empezaría a grabar una bajada fantástica, curvas y más curvas, y luego una recta con mucho público a los lados, y aplausos; el arco que no se cae y después, la meta.

Y al mezclar todas las grabaciones virtuales saldría la imagen real de la etapa y Chris Froome de amarillo sin usar efectos especiales. Nairo Quintana, el aspirante, con un palmo de narices. Y Valverde, sin saber lo que había pasado, y con cierto retintín en sus palabras. «Yo he atacado como se me ha dicho, y no sé lo que ha pasado luego, pero al coronar he visto que Froome se iba solo. El que tenía que estar allí era Nairo», porque, dice, él está para trabajar y no para vestirse de amarillo. «No he venido a eso».

Y en el motorhome del Sky ponen el vídeo y les entra la risa floja, porque Froome ha vuelto a ser el más fuerte, y el más listo. «Es la primera vez en mi carrera que ataco bajando», explica el nuevo líder. «Estaba en la cabeza hacerlo, pero la decisión se toma en el último instante». Y ese pedaleo imposible, sentado sobre la barra de su bicicleta, que le enseñó Michał Kwiatkowski, «porque jugamos a hacer cosas así en los entrenamientos», le llevo de nuevo al amarillo. El asunto lo resume Dave Brailsford, el patrón del Sky: «Hemos decidido cambiar la táctica y hacer algo inesperado», aunque «yo iba en el coche con el corazón en un puño viendo bajar a Froome». Pero así se gana el Tour.

 

Pasando por el aro

BAGNERES DE BIGORRE. Si se cae un arco, debajo hay un Orica, sea autobús o ciclista. Garantizado. Se desinfló el del último kilómetro y le cayó encima a Alan Yates, que pasaba por allí, ya es mala suerte, y lo que había ocurrido en los 161,5 kilómetros anteriores, nada en realidad, quedó eclipsado por el accidente, que se puede comparar con el de hace tres años, en Córcega cuando el autocar del Orica se quedó atrapado en la meta, aunque entonces no hubo heridos. Los hombres del equipo australiano siempre rodean cuando ven un escalera apoyada en una pared, porque les cae el bote de pintura seguro. En una carrera que cuida los detalles al milímetro, que se caiga el arco no es un asunto menor, aunque sirva para distraer la atención de una carrera en la que nada pasó. Nadie se fijó el Aspin como objetivo. Al menos entre quienes aspiran a ganar el Tour. Para alegría de Contador, que temía una batalla descarnada. Todos jugaron al catenaccio. Se supone que miraban más allá del arco del último kilómetro, a los Pirineos que todavía quedan por delante. Fue Steven Cummings el único convencido de que podía sacar partido a la jornada. Aspira a los éxitos parciales. Él y el líder Van Avermaert, que quiere disfrutar del amarillo mientras pueda y ayer arañó minuto y medio más. El año pasado les birló la victoria a Pinot y Bardet en Mendé. Ayer atacó a Nibali en el Aspin mientras Froome, Quintana y Contador se tomaban la tarde libre. Tras una escapada coral que los líderes permitieron, Cummings llegó a la meta en solitario y los favoritos entraron al trantrán, cuando pudieron pasar bajo el arco desinflado. La organización había tomado tiempos a tres kilómetros de la llegada. Sólo Pinot y Barguil, perdieron comba cuando se les esperaba al ataque. ¿Y Contador? Sin problemas. "He salvado el día. Si me lo dicen antes de salir no me lo creo, pero ha sido sólo un aperitivo. Mañana (por hoy) se corre una etapa de las de verdad y yo veré los toros desde la barrera".

 

 

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