JON RIVAS / Enviado especial / Caverne du Pont-D’Arc
Durante toda la noche sopló con fuerza el mistral en la Provenza, bajo el Ventoux y a orillas del Ródano. Las ráfagas de aire zarandeaban las ventanas como el atentado de Niza en ese lugar tan emblemático para el ciclismo, la Promenade des Anglais, los sueños de quienes se habían ido a dormir con las imágenes en la cabeza. El pelotón se levantó con resaca, del esperpento de la etapa anterior y de lo que mostraban la televisión y las redes sociales de la tragedia.
Y con la duda sobre si merecía la pena poner en marcha la etapa. Pero Christian Prudhomme lo tenía claro desde la madrugada, cuando después de atender una de esas cenas protocolarias con las que le agasajan cada día allá por donde pasa la carrera, conoció los detalles. «El Tour no podía ceder ante los violentos que nos quieren cambiar nuestra forma de vida», explicaba antes del minuto de silencio en el Village Depart, mientras la caravana publicitaria partía en silencio, con la música apagada.
«Es un día de luto para Francia y para el Tour. Para nosotros Niza es un lugar especial porque en todos los meses de marzo organizamos la París-Niza», explicó. «Decidimos que se disputara la etapa y que se guardara un minuto de silencio en la localidad de inicio y esta noche como un homenaje a las víctimas».
Antes había mantenido una reunión con los responsables de seguridad del Tour para reforzar las medidas preventivas. Este año el Tour tiene 23.000 agentes de policía en todo el recorrido, 3.000 más que el año anterior. Ayer los controles se incrementaron y los policías lucían chalecos antibalas. El sonido de las sirenas aumentó. Pese a todo, y como el miedo es libre, algunos ciclistas como el portugués Rui Costa, expresaban su preocupación: «No me siento seguro aquí en Francia. El ciclismo reúne a miles de personas en el mismo sitio, es un blanco fácil. Tengo miedo por los ciclistas y por los espectadores», decía en su cuenta de Facebook. Otros, como Chris Froome, se limitaban a expresar su solidaridad. «Mis pensamientos van para aquellos que han sido lastimados por el horrible ataque terrorista en Niza», afirmaba en Twitter.
Mollema, antes de salir en la crono para hacer un tiempo fantástico decía que «no podía dormir y ahora veo algo más importante que el Tour. Mis pensamientos a los habitantes de Niza. Puto mundo loco». Alejandro Valverde también conocía los detalles del suceso de Niza. «Horribles imágenes que sucedieron la noche pasada. Solidaridad con el pueblo francés».
Todos cumplieron con su obligación, bandera a media asta, ánimo decaído, pero salieron a la carretera a recorrer los 37,5 kilómetros de la contrarreloj. Entre los aplausos de miles de aficionados, no desertó nadie, las cunetas llenas como cada día, como si no hubiera sucedido nada. Lucía el sol, pero no hacía calor, porque pegaba el viento. Tampoco se celebró nada, aunque hubo aplausos cuando Dumoulin, el ganador de la etapa y los portadores de los diferentes maillots, Froome a la cabeza, terminaron de guardar el minuto de silencio con el que se homenajeó a las víctimas del atentado de Niza. Habían salido al podio, junto con Prudhomme, Hinault y Thevenet, con ramos de flores en la mano. Los colocaron delante, una ofrenda a las víctimas.
Delante, dos filas de policías, una constante todo el día. Los ciclistas sólo se sintieron libres en la carretera. Dumoulin el que más. Salió pronto, tal vez cuando las condiciones eran mejores, y alcanzó un estatus que nadie pudo igualar. Froome, el mejor entre los demás, perdió más de un minuto, aunque ganó ventaja. No tuvo ningún percance, no se puso nervioso como en el Mont Ventoux.
Sin embargo, no fue lo suyo una superioridad brutal sobre sus rivales, que perdieron menos tiempo del que preveían antes de comenzar a correr en un circuito muy duro. Mollema, que en el Ventoux mostró su cara buena, volvió a hacerlo en la crono, y su tiempo le permitió desplazar en la general a Yates, que sin embargo resiste entre los mejores. Para Nairo, que por supuesto preveía perder tiempo, tampoco fue un mal día, aunque parecía incómodo en la bicicleta y levantaba la cabeza a cada momento. Pero se rehizo. «En el primer tramo, por mi poco peso, he perdido más, pero al final las piernas me iban bien». La mala noticia para él es que Froome ya está a tres minutos. Los Alpes serán su último reducto.
También funcionaban las piernas de Alejandro Valverde, que insiste en su papel secundario al servicio de Nairo, sin otra ambición, pero es quinto en la general después de una buena cronometrada. Resta más de una semana. Poco a poco, los ánimos se irán templando mientras se acercan las montañas. Mejor para Purito. «Con mi peso, casi salgo volando en la contrarreloj».
