VIERZON / LE CREUSOT (249,1 Kms.)
GANADOR: MATEJ MOHORIC LÍDER: MATHIEU VAN DER POEL
Quedaban 209 kilómetros de la etapa más larga del Tour desde 2000, el año anterior al cambio de siglo, y llegó una rotonda asimétrica, de esas en las que el recorrido por un lado es más largo que por el otro. Sucedió que aquella rotonda desordenó al pelotón que viajaba con su orden habitual, sin perder el paso. Los que escogieron el lado bueno se pusieron en cabeza del grupo, justo cuando empezó soplar un poco de viento de costado, de ese que propicia los abanicos. Resulta que entre esos que andaban en cabeza estaban algunos nombres ilustres del pelotón. Tan sonoros como el del líder, Mathieu Van del Poel, en boca de todo el mundo porque va vestido de amarillo, o el de Wout van Aert, una de las jóvenes promesas, ambos son rivales desde niños; o Mark Cavendish, rehabilitado para el Tour; o el de Vincenzo Nibali, el último ganador del Tour con pasaporte italiano.
Y se armó la tremolina.
Suele suceder. Llega una etapa en la que parece que no va a pasar nada, y pasa. A veces por un pequeño detalle que lo cambia todo. Si la licitación que se abrió para construir el tramo de Maubranche, en Moulins-sur-Yévre, en la Ruta Nacional 151, la hubiera ganado otro ingeniero, tal vez se hubiera decidido por una rotonda totalmente redonda y no habría pasado nada en la etapa, salvo una escapada consentida y poco más, pero decidió hacerla asimétrica y ese fue el detalle que decidió la etapa.
Como en Montelimar, el 15 de julio de 2006, el día que Óscar Pereiro se vistió de amarillo. Aquel día las moscas se caían en la región del Drôme. En la sala de prensa no había aire acondicionado y cada mesa de trabajo era un horno de pan a pleno rendimiento. Los organizadores locales regalaban una camiseta conmemorativa de la etapa, que utilizábamos como toallas para escurrir el sudor que caía por la cara. Afuera, después de que ganara Voigt, Pereiro esperaba para conocer si se vestía o no de amarillo. José Miguel Echavarri le decía que se pusiera a la sombra, para amortiguar un poco la calorina.
Ese detalle de la escapada consentida, que se alargó hasta la media hora, sirvió para que Pereiro fuera un millón de euros más rico y Echavarri no fuera un millón de euros más pobre, porque bastantes meses después, el Tour le otorgó la victoria al gallego después de descalificar a Landis, y a Óscar, cuando firmó por el equipo, se le había ocurrido pedirle a su patrón que incluyera una cláusula por un millón de euros si ganaba el Tour. A Echavarri no le pareció mal. No era muy probable, pero tampoco se quedó quieto. Aseguró esa cláusula y fue la compañía de seguros la que acabó pagándola.
El Tour se decide a veces por detalles, sí señor. Como el de Pereiro, o como el de la escapada en una etapa intrascendente en vísperar de los Alpes, que es en lo que tenían puesta la mirada los ciclistas con posibles. Pero, de repente, las cosas no están como en la salida. Van der Poel, que esperaba como mucho, aguantar el jersey amarillo hasta Le Creusot, ahora le saca cuatro minutos a Pogacar, que después de la contrarreloj parecía indestructible.
Primoz Roglic sintió en su cuerpo los efectos de la caída que sufrió en la tercera etapa, y de la que todavía está dolorido. En la ascensión al último puerto del día, quedó rezagado del pelotón y acabó llegando a la meta de Le Creusot con más de cuatro minutos de diferencia en relación a los favoritos, y está a más de nueve del líder Van der Poel.
Pero el equipo UAE dejó ver sus costuras, porque le tocó trabajar como nunca para evitar que el estropicio de los 29 escapados fuera a más, porque no eran unos piernas los que iban por delante y fueron aumentando la diferencia hasta casi los ocho minutos. Tuvo Matxin que contar con la colaboración de otros equipos para minimizar los daños; algunos supongo que porque ya se cobrarán el favor más adelante; otros, como el Movistar, para no quedarse descolgados de ninguna pelea y seguir ahí, cerca. Relativizaron el hipotético desastre pero quedó claro que este Tour se está corriendo de otra forma y que Pogacar tendrá que sudar para revalidar su título, con rivales tan formidables como Van Aert, aunque habrá que ver hasta dónde llega, ya que se ha convertido en el aspirante único del Jumbo después del comportamiento de Roglic en una jornada que acabó ganando otro esloveno, Matej Mohoric, fortísimo, escapado en los kilómetros finales de la etapa.
Los Alpes están ahí. Tres puertos de Primera en la primera gran jornada de montaña, el último La Colombiére, antes de la meta de Le Gran Bornard. Será el momento de calibrar a los favoritos, o su forma de correr en un Tour tan diferente pese a que el recorrido sea tan tradicional como siempre. Será por los tiempos nuevos del ciclismo, que parece que está cambiando, al menos en la ambición de muchos corredores jóvenes y valientes que no se ponen límites. Se los pondrán las montañas, seguro, por eso habrá que seguir atento las dos jornadas alpinas que desbrozarán el camino de los más fuertes.
