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CUESTA ABAJOCUESTA ABAJO

GIRO 1999

Ivan Quaranta se aprovecha del Saeco

PRIMERA ETAPA Agrigento Modica / 175 Km.

Quaranta, primero en la meta de Modica por delante de Blijlevens y Cipollini.

JON RIVAS | Enviado especial

MODICA (ITALIA).- Todos hablan de mejorar las condiciones de trabajo de los ciclistas para evitar tentaciones de mejorar el rendimiento con métodos de los que es mejor no hablar, y luego nadie se pone a la tarea.

Ayer se fueron dos corredores señalados por el dedo de la sospecha, y mientras estaban haciendo las maletas, sus compañeros de fatigas dale que te pego bajo el sol de justicia que aplasta Sicilia. Y no en un recorrido de andar por casa, de esos de empezar bien la carrera para que todos salgan contentos el primer día. No.

El trazado era casi una trampa. Por carreteras sinuosas y siempre de sube y baja. Con muchos regalos de esos que maldicen los ciclistas. Como el puerto de segunda categoría que se adjudicó Bettini. Llegaban los corredores al Intergiro, y poco después de esprintar se encontraban con una calle estrecha adoquinada, cuesta arriba y con muy mala pinta para ser el primer día. Al final de la cuesta, casi un kilómetro, un cartel: «comienza puerto». Una broma, pero de siete kilómetros. Y curvas, y más curvas.

Y los ciclistas, como es su obligación, que para eso les pagan, a cumplir. Zintchenko, del Vitalicio, un cumplidor, se largó a buscar la victoria. Nada de permitir que el Saeco se saliera con la suya de preparar un sprint cómodo a Cipollini. Detrás un grupo de valientes, con muchos españoles entre ellos (Zarrabeitia, Sevilla, Cabello y Peña).

Alcanzaron al ruso, sí, pero también ellos vieron como el tren rojo del Saeco, con ritmo de AVE, los cazaba por detrás.

Y mientras, venga curvas peligrosas para arriba y para abajo. El ritmo de los últimos kilómetros ponía los pelos de punta. Sobre todo, porque los de cabeza rozaron en más de una ocasión el límite de la frenada y saltó gravilla de la cuneta. Los de delante eran, por supuesto, los compañeros del Rey León, que le preparaban la llegada. Antes, a nueve kilómetros de la meta, Martín Perdiguero, de la ONCE, se lanzó a una aventura imposible que murió pronto.

Pero tan preparado lo tenian los del Saeco para vestir a su jefe de rosa el primer día, que el asunto les salió mal. Después de un férreo control durante muchos kilómetros, la cosa se les fue de las manos bajo el triángulo rojo. Basso los adelantó por la derecha, algo que siempre desconcierta (aquí, en Sicilia, menos porque cada uno circula por donde quiere), y se les descompuso la figura. Cipollini se lanzó pero era tarde, porque Quaranta se adelantó.

Primer día, primer escándalo

El corredor español Francisco Javier Otxoa, del equipo Kelme y el italiano Nicola Loda, del Ballan, son los primeros abandonos del Giro. La Comisión Médica de la Unión Ciclista Internacional les manda a casa a descansar 15 días porque su tasa de hematocrito supera los límites que la UCI considera razonables en un atleta. Carmine Castellano, director del Giro de Italia, confirmó la noticia. Convocó a la prensa en una conferencia improvisada junto al control de firmas y leyó el comunicado que le pasó el presidente del jurado internacional y en el que se anunciaba la exclusión de la carrera de Otxoa y Loda.

Ya se barruntaba algo. A primera hora de la mañana empezó a divulgarse el rumor de que un corredor del Vitalicio podría haberse quedado fuera, aunque su director lo desmintió tajantemente. Después, con la llegada de los jueces al Ritrovo de Partenza (parque cerrado de salida), el asunto empezaba a oler mal. Entre otras cosas, porque Josep Bochaca, el español que preside el jurado, no quiso abrir la boca, algo poco habitual si los controles llegan a ser normales. El primer día y el primer escándalo. En el Kelme están destrozados por lo que consideran una sorpresa.

Por primera vez, la UCI avisó del control con antelación. No era una emboscada. En la víspera, Yolanda, la doctora del equipo, hermana del titular, Eufemiano Fuentes, que se encuentra en España, le dijo a Alvaro Pino que todos los corredores estaban en condiciones de pasar la prueba de sangre. Los controles internos del equipo así lo apuntaban. Pino, tranquilo.- Por eso, Pino acompañó a los ciclistas en los análisis a las 7.45 horas y después, por no meterse otra vez en la cama, se fue a dar una vuelta en bicicleta, tranquilo, sin pensar en que los resultados podrían darle un disgusto. Así que cuando regresó, pensando sólo en la ducha, la noticia fue como un mazazo. Francisco Javier Otxoa, natural de Barakaldo, había superado en un punto la tasa de glóbulos rojos en la sangre, la que la UCI supone que puede encubrir la ingesta de EPO. «No hay peor forma de comenzar», confiesa Alvaro Pino. «Pero hay que asumirlo. Al corredor no le he dicho nada, porque con nosotros ha estado muy controlado todos estos días y es impensable que haya tomado nada por su cuenta».

Javier Otxoa es un caso especial en el Kelme. En los meses de descanso suele superar habitualmente los límites de hematocrito permitidos en la temporada, una cuestión preocupante. El equipo Kelme estuvo a punto de tramitar para él la licencia especial que se concede a algunos corredores que, de manera natural, están siempre por encima de los valores normales. Algunos colombianos, por ejemplo, han demostrado ante la UCI que superan siempre el límite y recibieron el permiso. Pero Otxoa no: «Se pensó en tramitar la licencia», confiesa Pino, «pero al final no se hizo».

El vasco tiene que descansar dos semanas y después acudir a Lausana, donde le harán otro análisis para comprobar si el número de glóbulos rojos en la sangre ha bajado. «Esperemos que el asunto no afecte al resto del equipo. A estas cosas se les está dando más importancia de la que tienen en los últimos tiempos, pero nosotros somos los más perjudicados», dice Pino. No es la primera vez que al director deportivo del Kelme le dan un disgusto así. El año pasado, el catalán Angel Edo pasó por el mismo calvario poco antes del comienzo de la Milán-San Remo: «Pero en esa ocasión era explicable, porque Edo tuvo vómitos y diarreas la noche anterior y el cuerpo puede defenderse aumentando el número de hematocritos. En esta ocasión es inexplicable. Tengo que hablar con el médico para ver si encontramos alguna respuesta».

Tuvo también un recuerdo para Pepe Quiles, el patrón del Kelme, que, seguramente, se estará subiendo por las paredes ante la publicidad negativa para su empresa que supone la noticia de ayer: «Es el que paga el equipo y puede pedir responsabilidades». Otxoa, mientras, hacía las maletas para regresar a casa. Buscaba un vuelo directo a España para olvidar cuanto antes. «Está destrozado, lógicamente. Para él es un golpe moral. Ahora deberá pasar el nuevo control. Tendré que cambiar su temporada. Es posible que corra el Tour». Sin que se hayan apagado los rescoldos del caso Festina, ya hay otros dos corredores en el ojo del huracán, en el peor momento. El ciclismo, por una u otra causa, sigue bajo sospecha. Mientras, el Kelme y el Ballan salían a la carretera con ocho corredores, uno menos de los previstos.

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