JON RIVAS | Enviado especial
TERME LUIGIANE (ITALIA).- En la quiniela era un uno fijo. Y el pronóstico se cumplió. Jalabert cumple. Es el seguro de vida de la ONCE. Corre su primer Giro serio y ya tiene una muesca más en el cuadro de su bicicleta. En vísperas del primer encuentro con la montaña, los de Saiz ya han justificado su presencia en Italia.
Mira que el cántabro era reacio a correr el Giro. Pues ya tiene motivos para volver. En Terme Luigiane, con el penetrante olor a gases sulfurosos que no hay quien se quite de encima, encontró una excusa.
En realidad, los que viven dentro del mundo del ciclismo profesional siempre tienen una excusa para seguir. A pesar de lo que deben soportar cada día. Muchos de los males de este deporte llegan por culpa del conformismo de los corredores, que nunca se quejan y, cuando lo hacen, no son lo suficientemente convincentes. Todo cambia en el deporte profesional, pero el ciclismo apenas se mueve. Para algunos, los corredores aún podrían llevar los tubulares de recambio a la espalda. Díganle a un futbolista que tendrá que alojarse en un hotel de dos estrellas con hormigas en el baño, o a un jugador de baloncesto que nada más acabar el partido, sin ducharse siquiera, deberá montar en un autobús, luego en un barco y hacer, al llegar a puerto, 100 kilómetros hasta el hotel de dos estrellas, donde comerá lo que la organización ha decidido. Pasó el lunes en el Giro y nadie abrió la boca. Cuéntenselo y verán qué carcajada del futbolista o del baloncestista. Y así seguirán hasta que ellos quieran. Tal vez cuando tomen la palabra y se planten, tiemblen los patrones del Giro, la Vuelta o el Tour. Tal vez entonces, además, no tengan que utilizarse métodos irregulares para poder seguir el ritmo.
De momento, unos ríen de alegría como Jalabert, y otros lloran de dolor. En el Kelme se apuntan casi siempre a lo segundo. Ayer lloraba el niño Sevilla. No podía aguantar el dolor de una caída en el último kilómetro junto a Ugrumov. Se llevaron en ambulancia al corredor de Albacete. Otra preocupación para Alvaro Pino, que no sale de una y ya está metido en otra. Mal día para caerse. Justo en la víspera de la ascensión a Monte Sirino, una cima que inauguró con victoria el Kelme, gracias a Lale Cubino.
