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EL TOUR 2016

Dos genios y un despistado

UNDÉCIMA ETAPA / CARCASONA – MONTPELLIER / 162,5 KMS.

Froome y Sagan charlan antes de la salida de la etapa. / © ALEX BROADWAY / ASO.

JON RIVAS / Enviado especial / Montpellier

Pongan la música y canten al ritmo de Sabina: «Pero siempre que lo intento / ha salido ya el tranvía/ en la escalera me siento / a silbar mi melodía». Y allí estaba Nairo Quintana, sentado en la escalera del autobús del Movistar, en la calle Melancolía, que en Montpellier está, al abrigo de los vientos, junto al estadio de rugby, cantando su melodía: que era una etapa peligrosa, que se quedaba con lo bueno, que no se había caído. Triste argumento frente a dos genios.

Uno de ellos, incontestable, es Peter Sagan, un mago del ciclismo. El hombre capaz de dar dos brochazos y pintar Las Meninas, o Los Girasoles, ahora que se ha dejado esa barbita dorada que le da cierto aire a Van Gogh. Le dan a Sagan un par de huevos y un tomate y es capaz de construir un plato de alta cocina.

Es un espectáculo en sí mismo, derrocha clase. De una etapa de trámite consigue construir un monumento del ciclismo. En Revel luchó él solo contra los elementos y acabó segundo, un puesto del que nunca renegó porque es un buen deportista, y sabe que en las carreras se gana y se pierde, y él es un gran ganador y, a veces, un humilde perdedor.

Camino de Montpellier puso patas arriba la carrera y sólo Froome lo supo interpretar. El británico quiere ganar el Tour, por lo civil o lo militar; en la montaña o en el llano; arañando segundos en un descenso o en los abanicos del Mediodía francés. Sabía que soplaba el mistral, que obliga hoy a suspender los últimos kilómetros del Mont Ventoux , que sólo se subirá hasta el Chalet Reynard. Todos lo sabían, claro, pero algunos, como Nairo Quintana, persisten en el error y los despistes, que se pueden pagar caros al final.

Atacó Sagan, a 10 kilómetros, con la fe del converso, que nunca le falta; le secundó su compañero polaco Bodnar, y a Froome se le abrió otra puerta para conseguir más ventaja. Se unió a la fiesta junto con Geraint Thomas, un gran rodador que apretó los dientes para llegar desde atrás. Casi no hicieron falta ni palabras. Los cuatro se pusieron a rodar y a coger ventaja sobre el pelotón. La quiniela estaba ganada desde la primera pedalada de colaboración: ganaría Sagan, Froome sería segundo y los secundarios reventarían en el esfuerzo.

Y lo hicieron, mientras Nairo Quintana esperaba el tranvía, que ya había salido porque se presentó tarde en la parada, y Purito Rodríguez se quedaba cortado, entre otras cosas porque del pelotón principal tiraban sus compañeros, un desastre.

Tiraba Sagan, tiraba Froome; tiraban los gregarios. Abrieron hueco; casi 25 segundos a cuatro kilómetros de la meta, mientras Nairo seguía esperando el tranvía. Al final la ventaja fue casi simbólica, seis segundos más la bonificación, pero muy significativa, porque está claro que Chris Froome no se despista, «porque hemos ido delante todo el rato y después, cuando atacó Sagan, buscamos nuestra oportunidad». Nairo sí, pese a los lamentos de Eusebio Unzue, que cargó contra el empedrado y el recorrido. Su pupilo tendrá otra oportunidad en el recortado Mont Ventoux. ¿O esperará de nuevo a un tranvía que ya salió?

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